Siempre vuelve a amanecer

Siempre vuelve a amanecer
SIEMPRE VUELVE A AMANECER

lunes, 9 de julio de 2012

DISCAMINO (74): cuatro días seguidos de lluvia

          Como dije el otro día, la lluvia salió a nuestro encuentro el día antes de salir de Castilla-León. Hasta ese momento nos había respetado por completo. Ni una gota, ni un nublado, ni el más pequeño conato de que el cielo fuera a oscurecerse y, de pronto, sin comerlo, pero bebiéndolo por todos los poros de nuestros empapados cuerpos, pareció que se hubieran abierto las compuertas del cielo. Tuvimos lluvia el miércoles antes de llegar a Vega de Valcarce. La tuvimos el jueves al salir de Vega y nos acompañó durante toda la ascensión al Cebreiro. Siguió con nosotros al llegar arriba y no nos abandonó ni en el alto de San Roque ni en el del Poio. Y no sólo era lluvia lo que había sino también una niebla tan espesa que a duras penas veíamos por donde íbamos. Teníamos la esperanza, secreta, porque ninguno se atrevió a ponerla en palabras, de que al alcanzar la otra vertiente de la montaña la cosa se suavizara un poco y pudiéramos gozar de una tregua, pero no tuvimos esa suerte, antes al contrario. Cuando franqueamos el tercero de los altos, nos encontramos con un enemigo inesperado, el viento, y no me refiero a un viento cualquiera sino que era un viento frío que nos acabó de congelar lo poco que aún conservábamos medianamente templado. 
          Pero esto ya os lo había dicho. Lo que sigue es lo que vivimos a partir de ese momento. El viernes salimos de Sarria mirando al cielo y cruzando los dedos para que los negros nubarrones que lo cubrían fueran buenos con nosotros y esperaran a que pasáramos para descargar el agua que acumulaban. No hubo suerte. Primero un ligero orballo y al cabo de un rato una fina lluvia persistente volvieron a traspasar las defensas de nuestros chubasqueros. Para postre, cuando más mojados estábamos, en medio del descenso que nos habría de llevar a Paradela, un nuevo pinchazo vino a tratar de minar nuestra moral. Menos mal que Dani estaba allí manteniendo el tipo. Cumpliendo a la perfección con su papel de ciclista de apoyo siguió hacia adelante buscando un lugar seguro en el que parar para hacer la reparación. Volvió al cabo de un momento con la extraordinaria noticia de haber encontrado a 300 metros un galpón abierto en el que podríamos acogernos. Caminé con Gerardo de la mano hasta el refugio mientras Dani hacía lo propio con su bici y el triciclo. La cámara volvía a estar cortada por la parte del arillo de la rueda así que las mandamos a hacer puñetas a ella y al neumático y montamos la cámara Michelín y la cubierta Kenda que habíamos comprado en Villafranca del Bierzo. Definitivamente tenía que haber algún defecto en las que quitamos porque después de este cambio no volvimos a tener problemas. 
          Casi me olvido de comentarlo. Estábamos en medio de la reparación cuando salió de la casa vecina un señor al que le pedimos disculpas por habernos colado en su propiedad y permiso para seguir allí. Fue tan amable que incluso se ofreció a facilitarnos herramientas o lo que pudiéramos necesitar. Siempre, además de los energúmenos habituales, se encuentra gente buena en el camino. 
          Al volver a la carretera la lluvia había cesado y pudimos llegar a Portomarín sin más contratiempos. Por desgracia no tengo ninguna foto de este tramo ya que, estaba tan empapado, que no me atreví a sacar la cámara de la bolsa de plástico en la que la había guardado para protegerla de la humedad. El resto de la jornada sirvió para que nos fuéramos secando poco a poco ya que, por fin, el sol se decidió a asomar tímidamente la nariz. Y menos mal porque, de lo contrario, hubiera sido insoportable la cuesta de 10 km que hay desde el embalse de Belesar hasta el alto de la Cruz. En ese punto sí que saqué la cámara y...


...PILLÉ A GERARDO ECHÁNDOLE LOS TEJOS A TRAVÉS DE LA VENTANILLA A CARMEN, LA MUJER DE JAVIER LUQUE
TAMBIÉN FOTOGRAFIÉ A NUESTRO COMPAÑERO MANUEL QUE, EN SU SEGUNDO Y ÚLTIMO DÍA DE RUTA CON NOSOTROS, FUE UN GRAN APOYO QUE FACILITÓ QUE CADA TÁNDEM LLEVARA UN ESCUDERO AL LADO. MUCHAS GRACIAS MANUEL 
          Los kilómetros que faltaban hasta Palas de Reis los hicimos sin más contratiempos y gozando de uno de los tramos más bonitos que el Camino tiene para los que nos vemos obligados a circular siempre por carretera. Las distintas aldeas unidas por estrechas pistas asfaltadas nos acercaron los olores del campo y los animales que tanto gustan a Gerardo y que hacen que eleve la voz para decir con su habitual entusiasmo: "¡¡Huele a vacas y caballos!! Es el camino de los Sentidos, ¿verdad Javier? Jajajajajaja."
          La llegada a Palas volvió a estar marcada por la lluvia porque, justo cuando vislumbramos el cartel del desvío que habría de llevarnos al alojamiento que nos buscó Pablo de Native en el complejo LA CABAÑA, la fina lluvia de primera hora de la mañana hizo de nuevo acto de presencia. Carreras para poner a Gerardo bajo techo; carreras para descargar las cosas; carreras para quitarnos la ropa mojada y carreras para ducharnos por turnos y abrigarnos lo antes posible. Aquello parecía más un gran premio de algo relacionado con el motor que lo que se supone que debe ser un apacible Camino hacia Santiago.   
          Por la tarde teníamos prevista grabación con LA MALETA y, como no sabíamos cual sería el horario ni el tiempo empleado para ello, con el fin de simplificar las cosas, amablemente nos invitaron a cenar con ellos. Fue una velada preciosa que transcurrió en la bonita casa rural en la que estaban ellos alojados. 


ANTES DE CENAR PUSIERON A GERARDO SOBRE LOS ALTAVOCES DE SU FURGONETA Y FLIPÓ CON  LAS VIBRACIONES DE LA PERCUSIÓN
CENANDO JUNTOS CON TODO EL EQUIPO. UN RATO MUY ESPECIAL. ¡¡AH!! Y LA EMPANADA QUE HIZO PRODUCCIÓN, DELICIOSA
          Pero el título hablaba de cuatro días de lluvia y de momento sólo llevamos tres. El cuarto iba a ser un día aparentemente muy fácil de manejar. Se trataba de la penúltima etapa de la ruta y nos tenía que llevar de Palas de Reis hasta Arzúa. Escasos 30 kilómetros, es decir, unas dos horas de camino, que nos iban a permitir salir a la carretera cuando las condiciones climatológicas nos lo permitieran. La tónica de los días anteriores había sido de lluvia a primeras horas de la mañana que iban poco a poco remitiendo conforme el día avanzaba, llegando a detenerse por completo durante la tarde. En vista de ello decidimos, como primera medida, retrasar la hora de salida de las 8 a las 9 de la mañana y, a esa hora, reunirnos para decidir qué hacer. Dieron las 9 y, sesenta minutos más tarde, las 10 y la lluvia continuaba cayendo. Pusimos como tope las 11 de la mañana. A esa hora saldríamos sí o sí con la única diferencia de que lo haríamos con los niños o sin ellos en función del agua que estuviera cayendo. A las 11 no había parado de llover pero sí que se habían producido un par de interrupciones de hasta 10 minutos cada una de ellas que nos hacían concebir esperanzas pero no decidirnos a salir. A las 11:30, mientras vaciábamos las habitaciones, recibimos la llamada de una amigo que nos anunciaba que en la zona de Arzúa estaba todo completamente despejado. Eso, unido a la tímida aparición de un rayo de sol, nos dio el impulso necesario para decidir montar a los chicos en los triciclos e iniciar la etapa. Aún no llevábamos rodados ni 2 kilómetros cuando empezó de nuevo a llover y, por supuesto, nos pusimos como sopas una vez más.

LARGO TIEMPO DE TENSA ESPERA RODEADOS DEL EQUIPO DE LA MALETA Y DE OTROS AMIGOS QUE LUEGO OS PRESENTARE
           Cuatro días de lluvia ininterrumpida que no consiguieron detenernos ni dañar nuestra salud pero sí aguaron bastante la fiesta.  

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