Hará cosa de media hora que pulsé la tecla de "ENVIAR" para dar salida al último correo que le he escrito a JavierDeCórdoba. Por cierto, ahora que me doy cuenta: JavierDeCórdoba es el padre de Antonio y yo soy JavierDeVigo. Comenzamos a llamarnos así al poco de conocernos, cuando empezamos a cambiar correos para la preparación de su primer Camino, el que hicieron a pie en el año 2004 desde Tuy hasta Santiago por la ruta portuguesa. Se trataba de evitar que la gente nos confundiera y de evitar confundir a la gente, porque... tanto "Javier" por aquí y "Javier" por allí nos obligó a inventar algo para distinguirnos y esa fue la solución que se nos ocurrió. Pues bien, en el correo de hoy ponía al día a mi amigo JavierDeCórdoba de las últimas novedades del DisCamino por aquí por Vigo. Le contaba lo que hemos estado haciendo estos días para difundir el proyecto y para tratar de conseguir los fondos para comprar las Duet y el material para el Braille. Y entre todas esas cosas destacaba una que quiero que sepáis.
Le decía que ayer viernes por la mañana estuve con Gerardo en el Instituto de Educación Secundaria y Bachillerato "Pino Manso" de Porriño. Allí imparte clases de Educación Física un gran tipo. Se llama José Ramón pero sus amigos le llamamos "Jota". Hay un montón de cosas buenas que destacar de Jota pero una de ellas despunta por encima de las demás si hablamos del Discamino y de Gerardo y esa cosa es que Jota fue su guía cuando Gerardo aún podía correr. Juntos, unidos por la cuerda que convierte en una sola persona al atleta invidente y a quien mira por él, juntos digo, corrieron lo que Gerardo recuerda como "el maratón de Pontevedra" (realmente no fue una carrera de 42 km pero en aquella época mucha gente llamaba maratones a aquellas pruebas populares que se celebraban en las ciudades). Desde aquel día Jota pasó a ser una persona muy importante en la vida de Gerardo porque correr era para él una pasión que iba más allá del mero afán deportivo. Correr le hacía sentirse vivo, poderoso, importante; le hacía ser uno más entre los muchos que corrían; le permitía dar rienda suelta a toda la energía que acumulaba en los muchos ratos de quietud no deseada, de inmovilidad forzada por su realidad física; correr era disfrutar sin control, sin miedo a tropezar, sin más frenos que la propia fatiga. Y Jota fue sus ojos y le llevó sano y salvo hasta la meta. "Mi amigo Jota, porque Jota me quiere mucho", así es como Gerardo habla siempre de este profe de gimnasia.
Le decía que ayer viernes por la mañana estuve con Gerardo en el Instituto de Educación Secundaria y Bachillerato "Pino Manso" de Porriño. Allí imparte clases de Educación Física un gran tipo. Se llama José Ramón pero sus amigos le llamamos "Jota". Hay un montón de cosas buenas que destacar de Jota pero una de ellas despunta por encima de las demás si hablamos del Discamino y de Gerardo y esa cosa es que Jota fue su guía cuando Gerardo aún podía correr. Juntos, unidos por la cuerda que convierte en una sola persona al atleta invidente y a quien mira por él, juntos digo, corrieron lo que Gerardo recuerda como "el maratón de Pontevedra" (realmente no fue una carrera de 42 km pero en aquella época mucha gente llamaba maratones a aquellas pruebas populares que se celebraban en las ciudades). Desde aquel día Jota pasó a ser una persona muy importante en la vida de Gerardo porque correr era para él una pasión que iba más allá del mero afán deportivo. Correr le hacía sentirse vivo, poderoso, importante; le hacía ser uno más entre los muchos que corrían; le permitía dar rienda suelta a toda la energía que acumulaba en los muchos ratos de quietud no deseada, de inmovilidad forzada por su realidad física; correr era disfrutar sin control, sin miedo a tropezar, sin más frenos que la propia fatiga. Y Jota fue sus ojos y le llevó sano y salvo hasta la meta. "Mi amigo Jota, porque Jota me quiere mucho", así es como Gerardo habla siempre de este profe de gimnasia.
Pues bien, ayer por la mañana, en el Instituto "Pino Manso" de Porriño, durante una de las charlas, y digo "una de" porque tuvimos una maratoniana jornada en la que compartimos tiempo con todos y cada uno de los cursos del centro. En una de ellas, cuando les pregunté a los asistentes si querían preguntarnos algo, una joven levantó la mano y me planteó la siguiente cuestión:
- Además de vosotros, ¿puede ir alguien más a acompañaros?
- Pues... sí, claro, de hecho vamos a llevar un ciclista y un coche de apoyo pero... me parece que tú lo preguntas con alguna intención, ¿verdad? ¿Por qué me preguntas eso? -le respondí.
- Es que mi madre quiere hacer también el Camino de Santiago con mi hermano -dijo la muchacha. Y tras una brevísima pausa continuó-. Mi hermano está también en una silla de ruedas.
- De momento sólo tenemos la bicicleta con silla de ruedas de Antonio pero dile a tu madre que, si conseguimos comprar una para Vigo, se la prestaremos cuando quiera para que haga el Camino con tu hermano. Y si tu madre no puede pedalear, nosotros pedalearemos por ella.
Viejos amigos y nuevos amigos. Jota, Tania y el hermanito de Tania.
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