SI QUIERO SER MEDIANAMENTE JUSTO, NO PUEDO ESCRIBIR UNA PALABRA MÁS SIN DAR MARCHA ATRÁS Y VOLVER POR UN MOMENTO A LOS ORÍGENES DE LA AVENTURA. NADA DE LO QUE HASTA ESTE MOMENTO HABÉIS LEÍDO Y NADA DE LO QUE A PARTIR DE AHORA VOY A ESCRIBIR, HUBIESE SIDO POSIBLE SIN LA AYUDA DESINTERESADA DE UN GRUPO DE PERSONAS Y EMPRESAS, AMIGOS UNOS Y DESCONOCIDOS OTROS, QUE DECIDIERON ECHARNOS UNA MANO PARA COLABORAR EN EL LOGRO DE ESTE SUEÑO. LES HE DADO LAS GRACIAS UN MONTÓN DE VECES PERO, POR MÁS QUE LO HAGA, NUNCA LLEGARÉ A AGRADECERLO LO SUFICIENTE. CADA ETAPA DE LAS 45 QUE EMPLEAMOS EN REALIZAR EL DISCAMINO-2014 CONTÓ CON UN PATROCINADOR Y, A MAYORES, HUBO OTROS AMIGOS QUE TAMBIÉN COLABORARON PERO QUE NO TUVIERON SU ETAPA, BIEN PORQUE YA NO QUEDABAN, BIEN PORQUE SU AYUDA FUE MAYOR Y SE CONVIRTIERON POR DERECHO PROPIO EN LO QUE LLAMAMOS "PATROCINADORES ANUALES". CADA UNO DE ELLOS APARECERÁ EN ESTE RELATO EN SU MOMENTO JUSTO. RUEGO QUE, SI ME DEJO A ALGUNO EN EL TINTERO, ME LO HAGA SABER DE INMEDIATO. PODÉIS ESTAR SEGUROS DE QUE HABRÁ SIDO SIN QUERER. IMPLORO VUESTRO PERDÓN POR ADELANTADO.
PATROCINADORES DE TODO EL AÑO - BARROCCO - - S.C.D. ATLÁNTIDA DE MATAMÁ - - LA CAIXA - - UNIVERBUM - - CLUB DE ATLETISMO CASTRELOS 20:30 - - RESTAURANTE CASA COLONIAL - |
No puedo dejarme en el tintero a los amigos y familiares que también compraron ETAPAS-00 y no tienen logo
- IÑAKI y PILAR
- ANA MARÍA Y DANIEL, HERMANOS DE JOSE VARELA
- FAMILIA NATURIL-ALFONSO
- ANDRÉS, ALCALDE DE PAZOS DE BORBÉN
- JAVIER, ALCALDE DE REDONDELA
- AGUSTÍN, ALCALDE DE SOTOMAYOR
- MI HERMANO ÓSCAR
- TORNEO DE VOLEY PLAYA BAYONA-2014
- ELENA MARINA ZOUK Y SUS ALUMNOS
- VOLEIBAO
- MATIZ VIGO - ESTAMPACIONES Y BORDADOS
- MI HERMANA PILAR
- FERNANDO SAMPEDRO
- DR. ANTONIO NOVO
- INÉS CASAL, IAGO Y DIEGO
- GASOLINERA CHAN DE AMOEDO
- VECINOS Y AMIGOS DE PAZOS que participaron en el BINGO de la ASOCIACIÓN RECREATIVA Y CULTURAL STA MARÍA Y STA BÁRBARA DE PAZOS DE BORBÉN
- GRUPO ESCOLAPIOS 8º EGB 1975
- TONI "TOMPÓ": "PORQUE TODOS DEBERÍAMOS ENCONTRAR UNA PEQUEÑA GRAN EXCEPCIÓN EN NUESTRO CAMINO"
- PEDRO ALONSO
- TÍO PIÑO "PIÑITO" (TÍO DE MAXI)
- MANUEL VIDAL
- OFICIAL ÓSCAR, COMPAÑERO Y AMIGO
- COMPAÑERO JAVIER ALVARADO
- COVELA QUINTELA
- MAMÁ DE MAXI Y FAMILIA
Y ahora sí, empezamos.
LA PRIMERA ETAPA, VIGO-IRUÑELA EN FURGONETA, FUE PATROCINADA POR ALBERTO, ANGÉLICA E IRENE |
EL TERCER DÍA DE VIAJE, ALBISSOLA MARINA - ROMA, FUE PATROCINADO POR "EL MARATÓN DE SUSI, EDU, ALICIA Y RAQUEL" |
Habíamos dejado la historia saliendo a toda velocidad del Vaticano con los ojos escurriendo lágrimas como si fuéramos todos unas "Marías Magdalenas". Teníamos una prisa loca por largarnos de allí porque era casi mediodía y aún había que pedalear los casi 70 kms que separan Roma de Vetralla. Pero, antes de pasar a eso, hay un par de cosas que tengo que decir y todas ellas tienen la misma protagonista: BÁRBARA, la novia romana de Vito. Llevábamos tres días de aventura y ya habíamos sido tocados en dos ocasiones por las alas de los ángeles: en Iruñela y en Albissola, es decir, la familia de MariJose y Antonia y Umberto. Pues bien, Bárbara fue el tercer ángel de este Camino.
COSA PRIMERA: La noche del martes nos invitó a cenar en su casa. Nos recogió con su moto en el albergue a las 19:30 y nos dejó de nuevo allí al terminar la cena. Entre medias nos deleitó con lo que Gerardo llamó "macarrones gigantes", el tipo de pasta más grande que cualquiera de nosotros había comido alguna vez, paccheri. Casi nos morimos de risa cuando el coleguilla empezó a comer. Él había preguntado qué era lo que íbamos a cenar y le habíamos dicho que macarrones. Estaba avisado de que eran unos macarrones especiales, un poco grandes. Se le pusieron los ojos como platos al meterse el primero de ellos en la boca. No daba crédito a lo que notaba. Aún lo tenía casi sin masticar cuando explotó en una risa descontrolada que enseguida nos contagió a los demás. Medio masticaba, medio farfullaba algo así como... "son macarrones gigantes, jajajaja..." Le quedaron tan grabados, que a lo largo de la ruta se acordó en numerosas ocasiones de aquella cena y, cuando llegamos a Santiago y Víctor Bello le preguntó que era lo que más le había gustado del Camino de ese año, lo primero que mencionó fueron los macarrones grandes de Bárbara. Aún es hoy el día en que, de vez en cuando, los saca a colación entre risas.
DESPUÉS DE LA CENA |
COSA SEGUNDA: El miércoles iba a ser el gran día, el de la visita al Papa; pero también iba a ser un día muy complicado: teníamos que levantarnos, vestirnos, desayunar, recogerlo todo, cargar la furgoneta, desplazarnos al Vaticano, aparcar la furgoneta cargada hasta los topes (triciclo y bicicletas incluidas) en un lugar seguro no demasiado lejos de la plaza de san Pedro, llegar a la puerta de Santa Ana antes de las 08:30, participar en la recepción, salir de allí, coger la furgoneta, salir de Roma y llegar pedaleando a Vetralla a una hora prudente. Me canso sólo de escribirlo, pero... lo hicimos... y salió rodado, sin el menor percance ¿y todo gracias a quién? En efecto, gracias a ella, a Bárbara. Nos vino a recoger a las 07:30 y nos guió una vez más con su motoreta. Ya había buscado un parking en el que cabía la furgoneta en una calle cercana al Vaticano. No podíamos haber tenido más suerte. Cinco minutos andando y estábamos con el grupo de argentinos en la cola de entrada. Una verdadera bendición esta mujer. Su buena voluntad y su ayuda tuvo una pequeña recompensa y fue que... ella, creyente y católica practicante, residente en Roma, nunca había visto al Papa y se moría de ganas de verlo. Pues bien, al llegar a la altura del guardia que tenía la lista de personas autorizadas a entrar, cuando me preguntó cuántos éramos, aunque en nuestra carta habíamos pedido invitaciones para cinco, cerré los ojos y dije casi preguntando y como pidiendo permiso "¿siete?" Y siete me dieron.
Salimos de la plaza de San Pedro y lo primero que hicimos fue algo de lo más prosaico, buscar un sitio en el que Gerardo pudiera echar una meada. Pedimos permiso en una estafeta de correos y, con la excusa de que "el pobre es sordo y ciego y casi no anda", nos dejaron entrar a sus baños privados. Ni que decir tiene que varios de nosotros dejamos también allí algo nuestro, jeje. Acto seguido fuimos a recoger la furgoneta del parking y, al ir a pagar, el encargado nos pidió 11 euros. Estaba a punto de darle el dinero cuando Bárbara se acercó y me preguntó por el importe reclamado. Se puso muy seria cuando le dije lo que nos había pedido y se volvió como una centella hacia el paisano. Resulta que, cuando había reservado el sitio la semana anterior, había regateado con el jefe fijando el precio en sólo 7 euros y eso fue lo que finalmente se le dio. Una mina esta mujer.
Nos llevó desde la callejuela del aparcamiento de vuelta a la vía de la Conciliazione y dijo que le esperáramos allí mientras iba a su casa a por el coche para sacarnos de Roma. Finalmente, en vista de la hora que era, después de darle muchas vueltas, habíamos decidido hacer en furgoneta algo más de la mitad de la etapa, parar a comer y subirnos luego en las bicis para pedalear los últimos 20 kms hasta Vetralla. Bárbara nos sacaría de la ciudad y nos encaminaría hacia nuestro destino. De repente nos acordamos de que no habíamos sellado las credenciales y, mientras los demás esperábamos, Estela y Vero se fueron corriendo a buscar la oficina del peregrino.
Más de media hora tardó Bárbara en regresar y, cuando lo hizo, vimos que venía con el coche cargado hasta los topes. Lo que más nos llamó la atención fue la bicicleta que se veía a través de los cristales. Era como si estuviera de mudanza. La explicación llegó después de comer. Nos preguntó si le dejábamos acompañarnos en su bicicleta. Su idea era llegar hasta Vetralla con nosotros y luego darse la vuelta y regresar sola a por el coche. Por supuesto que le dijimos que sí.
Comimos en un bar-pizzería de la carretera regentado por un matrimonio y su hijo. El hombre era de origen español y tanto él como los demás fueron extraordinariamente amables con nosotros. Cuando nos vieron sacar las bicis y el triciclo de la furgo, pensaron que íbamos hacia Roma. Se quedaron a cuadros cuando les dijimos que no, que veníamos de Roma y que íbamos a Santiago. No se lo podían creer. No me extraña, aún no me lo creo yo.
Nos llevó desde la callejuela del aparcamiento de vuelta a la vía de la Conciliazione y dijo que le esperáramos allí mientras iba a su casa a por el coche para sacarnos de Roma. Finalmente, en vista de la hora que era, después de darle muchas vueltas, habíamos decidido hacer en furgoneta algo más de la mitad de la etapa, parar a comer y subirnos luego en las bicis para pedalear los últimos 20 kms hasta Vetralla. Bárbara nos sacaría de la ciudad y nos encaminaría hacia nuestro destino. De repente nos acordamos de que no habíamos sellado las credenciales y, mientras los demás esperábamos, Estela y Vero se fueron corriendo a buscar la oficina del peregrino.
Más de media hora tardó Bárbara en regresar y, cuando lo hizo, vimos que venía con el coche cargado hasta los topes. Lo que más nos llamó la atención fue la bicicleta que se veía a través de los cristales. Era como si estuviera de mudanza. La explicación llegó después de comer. Nos preguntó si le dejábamos acompañarnos en su bicicleta. Su idea era llegar hasta Vetralla con nosotros y luego darse la vuelta y regresar sola a por el coche. Por supuesto que le dijimos que sí.
Comimos en un bar-pizzería de la carretera regentado por un matrimonio y su hijo. El hombre era de origen español y tanto él como los demás fueron extraordinariamente amables con nosotros. Cuando nos vieron sacar las bicis y el triciclo de la furgo, pensaron que íbamos hacia Roma. Se quedaron a cuadros cuando les dijimos que no, que veníamos de Roma y que íbamos a Santiago. No se lo podían creer. No me extraña, aún no me lo creo yo.
Tener que subirse a la bici a esas horas, recién comidos y con el sol cayendo a plomo sobre el asfalto, aunque sólo fuera para hacer veinte kilómetros, no parecía lo más apetecible del mundo pero, después de 2.500 kms en furgoneta, el largo día que llevábamos ya entre pecho y espalda y todas las emociones vividas hasta el momento, estábamos deseando hacerlo. Bastaron un par de kilómetros para darnos cuenta de lo peligrosas que eran las carreteras italianas. A la ausencia prácticamente total de arcenes, había que sumar la temeridad de sus conductores. Estábamos tomando una curva con un pequeño desnivel ascendente cuando escuchamos un ruido parecido al que haría una locomotora pasando por una estación a todo trapo. No tuvimos tiempo ni de girarnos a mirar cuando ya sentimos en nuestro pellejo la barbaridad que estaba haciendo aquel puñetero camionero. El tarado nos puso los pelos de punta cuando pasó como una exhalación a escaso medio metro de los manillares.
LISTO PARA EMPRENDER LA MARCHA |
Afortunadamente llegamos a Vetralla sin incidentes de importancia. Lo único reseñable fue que al montar la rueda de la bici de Estela la pusimos con una vuelta de manillar de modo que, al primer intento de tomar una curva, la pobre Polilla dio con la zapatilla en la goma de la cubierta y casi se fue al suelo.
Aún no eran las 6 cuando llegamos al monasterio Regina Pacis de monjas benedictinas.
Después de llamar a todos los timbres que encontramos, conseguimos que una señora mayor abriera una de las puertas y nos dijera que teníamos que esperar a que se terminara la misa y el rosario para que las religiosas se acercaran a atendernos. Visto lo visto, pensamos que lo mejor y lo único que podíamos hacer era sentarnos a esperar mientras Alberto y MariMar llevaban a Bárbara de regreso a su coche. Cuando lo comentamos con ella, puso cara de niña traviesa y nos preguntó si podía quedarse a pasar la noche con nosotros. Por supuesto que le dijimos que sí.
TRAS UN PEQUEÑO REGATEO CONSEGUIMOS CAMA, CENA Y DESAYUNO A 20€ POR CABEZA |
Durante el tiempo que estuvimos en el monasterio nos dimos cuenta de que en ese lugar se desarrollaba una triple función: por un lado era albergue de peregrinos (estábamos nosotros 7 y un nutrido grupo de jóvenes italianos que se dirigían a Roma), residencia de ancianos (con nosotros cenaron varios viejecitos y viejecitas que vivían allí todo el año) y casa de retiro espiritual (esto lo sé porque lo leí por allí en algún folleto). Sólo tuvimos contacto con una monja, la que nos llevó al alojamiento, nos dio la cena y el desayuno y nos cobró la estancia, pero pudimos ver a varias más durante la misa. Se daba la curiosa circunstancia de que todas ellas, a excepción de las dos más mayores, eran de raza negra y origen africano. Cada vez es más patente que las órdenes religiosas hoy en día se mantienen gracias a las vocaciones de personas de África, Asia y América Latina.
Aunque después de cenar nos fuimos un ratito al jardín a charlar, mirar las estrellas y disfrutar del fresco y la tranquilidad de la noche, nos acostamos bastante pronto porque al día siguiente había que volver a madrugar. Esta vez sería ya con el horario del Camino, es decir, a las seis en punto toque de diana para estar sobre las bicis como muy tarde a las ocho. Gerardo se despidió con besos de todas las chicas y, cuando ya estaba a punto de meterse en la cama, me llamó y me dijo muy bajito:
- Javier, mañana por la mañana vamos a la habitación de las "chicats" y las despertamos con el silbato para darles un susto muy "grannnnde". Jajajajajaja.
Ni que decir tiene que le dije que sí aunque en mi fuero interno supuse que al día siguiente ni el ni yo nos acordaríamos, especialmente yo. Pero...
EL DESPERTADOR... Ring, riiiiiing, riiiiiiiinnnngggg
YO.............................. ¡¡Joder, las 6!!! (me levanto y despierto a Gerardo)
GERARDO................. ¡¡Javier!!, ¡¡vamos a despertar a las "chicats" con el silbato!! Corre, no hagas ruido. Jajaja... Se van a dar un susto gigante. Jajajaja...
Tal como lo cuento. Ni buenos días ni cuernos en vinagre. Lo primero que dijo en cuanto acabó de bostezar fue que había que ir a despertar a las chicas a toque de pito... y allá que fuimos. Salimos de nuestra habitación, recorrimos el pasillo y abrimos con mucho cuidado la puerta del cuarto en el que dormían Estela, Vero y Bárbara para no hacer ruido y despertarlas antes de tiempo. Una vez dentro le hice la señal convenida y.... ¡¡¡¡PÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍ, PÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍ, PÍÍÍÍÍÍÍÍÍ!!!!
¿Os podéis imaginar el salto que pegaron en las camas? El gamberro de Gerardo, aunque ni las veía ni las escuchaba, se partía de risa mientras me preguntaba si se habían asustado mucho.
"ASÍ HASTA EL INFINITO" REALMENTE ALGO ASÍ ERA LO QUE SENTÍAMOS EN AQUELLOS MOMENTOS |
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