Siempre vuelve a amanecer

Siempre vuelve a amanecer
SIEMPRE VUELVE A AMANECER

martes, 29 de mayo de 2012

DISCAMINO (53): feliz cumpleaños Goya

          Durante mucho tiempo me pregunté como fue posible que llegáramos a intimar tanto con ella porque, se mire como se mire, lo cierto es que es algo difícil de comprender. Todos los días a las seis en punto de la mañana bajo a la calle a esperar el Vitrasa. Normalmente suele llegar a las seis y cinco así que son cinco los minutos que paso escondido en un portal para no congelarme. Ella aparecía por el callejón de enfrente más o menos a la misma hora que yo. No sería correcto hablar de "la primera vez que la vi llegar" porque realmente lo que hice fue escuchar como iba llegando. Estaba yo enfrascado en la lectura del libro de turno cuando comencé a oír un tac-tac-tac que se acercaba por el callejón.  Levanté la vista y al cabo de unos segundos vi aparecer a una mujer que caminaba apoyada en un bastón. En la otra mano llevaba una manzana a medio comer. La imagen despertó mi curiosidad porque no aparentaba ser tan mayor como para necesitar bastón y sin embargo se la veía firmemente apoyada en él. Además, la presencia de la manzana le daba un aire juvenil, como de niña que sale de casa sin haber desayunado pero que no puede evitar llevarse algo sano para el camino, algo que quite el hambre pero que no le haga coger kilos. Yo, huraño como de costumbre, apenas levanté la vista del libro para evitar tener que cruzar con ella palabra alguna, sin embargo, no pude evitar mirarla con disimulo cuando pasó por delante de mi. Este encuentro se repitió día tras día durante no sé cuanto tiempo y siempre con la misma curiosa indiferencia por mi parte. Una mañana, una cualquiera, no sabría decir cual ni cuando, escuché como siempre el acostumbrado sonido pero con una cadencia distinta. Era como si el bastón fuera corriendo sobre el asfalto y con esa misma prisa la vi aparecer por el callejón. Pasó por delante de mi y de pronto se paró:
- ¿Ha pasado ya el autobús? -me preguntó con cierto sobresalto en la voz.
- No, todavía no. Sólo pasan dos minutos de las seis.
- ¡¡Menos mal!! Es que hoy he salido de casa más tarde de lo habitual y como al llegar no he visto a las chicas de allí -señalando el sitio en el que siempre esperaban el mismo autobús dos vecinas de la zona- he creído que lo había perdido y me he llevado un sofocón de cuidado.
- Pues no se preocupe que aún no ha pasado. Deben faltar un par de minutos.   
          Seguimos hablando hasta que llegó el Vitrasa. Me preguntó por el libro y me dijo que ella siempre llevaba también uno en el bolso. No obstante, al subir nos sentamos cada uno en un sitio distinto. Dijo que era para que yo pudiera seguir leyendo. Ese fue el principio. Como podéis imaginar desde aquel día ya no tuve que mirar de reojo para ver si llevaba manzana o no. El saludo se hizo obligatorio y agradable; del saludo pasamos a la charla intrascendente y de ella, que por cierto duró bien poco, dimos el salto a las confidencias. Se llamaba Goya y era maestra de infantil en una guardería de Marín. Todos los días cogía el 4B hasta la estación de RENFE, allí un tren y después otro autobús. Estaba a punto de jubilarse y por eso lo de hablar de ella en pasado. 
          Hoy hace un año justo que se jubiló y que dejó de coger el autobús a las seis de la mañana. Hoy hace un año justo que no la escucho llegar con su bastón y su manzana. Nos hicimos muy amigos, le presenté a Gerardo y, como no, se enamoró de él (si me permites que lo diga así, Goya). Nos acompañó a competiciones de Special Olimpìcs, nos hizo bizcochos para nuestro último Camino, nos preparó dulces para agasajarnos cuando fuimos a visitarla, imprimió nuestro diario del Camino y nos regaló un ejemplar a cada uno,... Hoy le he enviado un mensaje para felicitarle el cumpleaños y me ha llamado un rato después.
- Muchas gracias por acordarte de mi. Hoy hace un año justo que me jubilé, ¿recuerdas? Aunque hace tiempo que no os he visto no me he olvidado de vosotros ¡eh! Os he estado siguiendo a través del blog. Ya sé que se han acabado los sitios especiales y que quedan poco más de 100 kilómetros por vender pero yo quiero comprar algo que nadie sabe, algo que fue muy también especial en vuestro primer Camino. Lo leí en tu libro. A ver si te acuerdas. Quiero compraros la capilla de la mejor siesta del Camino, ¿te das cuenta a cual me refiero? Además no está en la lista que tenéis en el blog.

          La verdad es que al principio no me acordaba pero Goya me hizo hacer memoria. Este es el fragmento del diario al que ella se refería:
          "Al regresar encontramos al resto del grupo sentado en los bancos que había junto al río. Era cierto que el lugar estaba a la sombra, pero era una sombra cálida y pegajosa, quizá porque los sauces llorones no conseguían retener del todo la fuerza del sol y los botones de luz que se filtraban entre las hojas convertían el sitio es una especie de claroscuro micro-ondas. Y, por si eso fuera poco, no menos de 300 moscas enanas se
dedicaron a picotearnos sin piedad desde que nos sentamos. En cuanto llegó Mar con los bocadillos les propuse cambiarnos de sitio. Desde donde estábamos en ese momento se podía ver, justo enfrente, al otro lado del río, la Iglesia de Santo Sepulcro. Recordaba haber parado a descansar a la sombra de su pórtico en otra ocasión que estuve de paso por Estella con la bici y aún conservaba el recuerdo del frescor de aquellas piedras. Nada que ver con el suplicio que estábamos pasando. Recogimos los trastos y llevamos a cabo la mudanza, he de decir que con cierta reticencia por parte de alguno de nosotros. Todas las molestias del traslado se consideraron bien empleadas cuando nos envolvió la penumbra creada por su escudo pétreo de nueve siglos de antigüedad. Se estaba en la gloria allí sentado. Dimos cuenta de los bocatas y nos echamos una de las siestas más largas y placenteras de todo el Camino. Estuvimos allí tirados hasta las tres y media de la tarde y aún nos quedamos charlando media hora más con idea de dejar que el sol se fuera aplacando un poco.
"
          Querida Goya. Nosotros también te echamos de menos. Muchas gracias por tu amistad y por tus atenciones y por haber roto la muralla de aquél tipo huraño que leía un libro en el portal.
 

-Otra Siesta como la del Camino del 2009 en la fresca sombra de la Iglesia del Santo Sepulcro de Estella: Goya

No hay comentarios:

Publicar un comentario