Siempre vuelve a amanecer

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SIEMPRE VUELVE A AMANECER

domingo, 9 de diciembre de 2012

DISCAMINO (81): el viaje a Córdoba

          Hacía tiempo que sabíamos que el día 30 de noviembre LA MALETA iba a hacer en Córdoba un pre-estreno del documental EL DESORDEN DE LOS SENTIDOS. Desde ese momento empezamos a darle vueltas al coco y al bolsillo para ver de qué forma podríamos ir sin gastar demasiado (no están los tiempos para gastos extras y más ahora que a los funcionarios nos han volado la de Navidad). Al final la respuesta nos vino dada desde fuera: la gala de la universidad era el 29, o sea, justo la noche antes, por tanto había que renunciar al sueño. 


CARTEL DEL DOCUMENTAL
        
          Ya estábamos resignados a no ir cuando recibí la llamada de JavierDeCórdoba, el papá de Antonio. Me dijo que su padre, don Antonio, abuelo del niño, tenía un dinero guardado para colaborar con el DisCamino y que aún no le había encontrado destino porque cada vez que decidía hacer algo con él alguien se le adelantaba. El caso es que, cuando supo que no íbamos a ir, le dijo a Javier que nos llamara y que nos dijera que, por encima de todo, quería que estuviéramos allí y que él se hacía cargo de los gastos del viaje. Aunque al principio nos dio un poco de vergüenza, la realidad y las ganas se impusieron y aceptamos encantados. 
          Los que tenéis la suerte de conocer a Gerardo estoy seguro que os imagináis de sobra cómo tuvo que ser de intensa y larga para él la semana anterior al viaje. Su madre siempre me dice que no hay que anunciarle las cosas hasta la víspera y, si puede ser, mejor esperar hasta el mismo momento en el que vayan a suceder porque sino se pone cardíaco y no da pie con bola ni deja tranquilos a los que están a su alrededor. El caso fue que no pude contenerme y en cuanto supe que íbamos a ir a Córdoba me faltó tiempo para cogerle las manos y decírselo. Por cierto, supongo que, a estas alturas de nuestra historia, todos sabéis ya por qué le cogí las manos, pero, por si acaso, ahí va la explicación. 
          Como todo el mundo sabe, la comunidad sorda tiene un lenguaje propio conocido por el nombre de Lenguaje de Signos, denominado en España LSE (Lengua de Signos Española). Ese lenguaje tiene una estructura muy particular  diferente de la estructura empleada por los oyentes. Sin embargo, ambos utilizan elementos comunes: el mismo alfabeto y un gran diccionario. 


EL ALFABETO DE LOS SORDOS LO QUE HACE ES CONVERTIR CADA LETRA EN UN SIGNO REALIZADO CON UNA SOLA MANO
EN EL DICCIONARIO APARECE CADA PALABRA CON EL SIGNO O COMBINACIÓN DE SIGNO Y MOVIMIENTO QUE LO REPRESENTA

          Pues bien, eso que parece tan difícil (aprenderse de memoria un diccionario entero convirtiendo cada vocablo en un gesto), aún se complica más cuando se trata de la comunicación con una persona sordo-ciega. Con ellos hay que hacer los mismos signos que con los sordos pero, como no ven, hay que hacerlo cogiéndoles de la mano para que ellos sientan el movimiento y comprendan que es lo que estás diciéndoles. Si se trata de deletrear la cuestión consiste en poner las letras del alfabeto sordo en la palma de la mano del interlocutor para que las sienta y las lea con el tacto. Esas letras son iguales a las de los sordos salvo unas pequeñas adaptaciones.


GERARDO HABLANDO CON SU CUÑADO ALEX EN PRESENCIA DE SU HERMANA CRISTINA (foto de Blanca García de producciones LA MALETA)

          Como decía, le cogí las manos y le conté que nos íbamos a Córdoba.           

TU Y YO

LA PRÓXIMA SEMANA

DE VIAJE VAMOS

A CÓRDOBA

          Su reacción fue la esperada: una inmediata explosión de alegría y un torbellino de preguntas:
- ¿Cuando nos vamos Javier? ¿Voy a ver a Blanca y a Irene y a Almudena? 
- Claro.
- ¿Y también a Antonio? Yo les quiero mucho amigos a ellos, y a las chicas más, porque me gustan las chicas guapas. ¿Cuando nos vamos? ¿Vamos en tu furgoneta? ¿Veremos a Mar en Madrid? 
- Claro que sí. Vamos en furgoneta a Madrid y de allí en tren para Córdoba. Saldremos el viernes a las 7:30 de la mañana, comeremos en Madrid y cogeremos el tren a las 16:30. 
          Y así lo hicimos. Recogí a Gerardo en su casa a las siete y media de la mañana del viernes y, tan pronto puso sus posaderas en el asiento de la furgoneta, comenzó su interminable perorata. Como podéis suponer, no dejó palo por tocar ni títere con cabeza: sus amigas de Sevilla, su querida Mar, su amigo Antonio, lo gordito que está últimamente porque su familia le da mucho de comer, las ganas que tiene de ver el nuevo triciclo, las ganas que tiene de saber cuando haremos la reunión para el Camino del año que viene, cuando le cambiaremos las ruedas al triciclo, si Maxi y Angelito vendrán los dos al DisCamino-2013 con nosotros,... y, por encima de todo y con el mayor número de repeticiones, lo mucho que quiere a las Mosqueteras. No veáis como se enfadó conmigo cuando le dije que me iba a chivar a Eva y a María de todos los besos que les diera a las chicas de Sevilla. Tuve que prometer que no les diría nada para que se quedara tranquilo. El caso fue que, entretenidos con todas esas batallitas, de pronto nos dimos cuenta de que... ¡¡AÚN ESTÁBAMOS EN ORENSE!! Pensabais que iba a decir que "nos dimos cuenta de que ya habíamos llegado a Madrid", ¿verdad? Pues no, de eso nada. ¡¡Tenía ya la cabeza como un bombo y sólo estábamos en Orense!! ¡¡Qué se le va a hacer!! Recurrí a nuestro juego de emergencia en los viajes:
- A ver si eres capaz de estar callado 5 minutos.
- ¡¡Bop!! -exclamó, golpeándose la pierna con el puño al tiempo que bajaba la cabeza y ponía cara de enfurruñado. Sabía de sobra por donde iban los tiros y por eso su mosqueo.
         No habían pasado más de dos minutos cuando volvió a la carga. No sé como es que no se cansa. Bueno, sí que lo sé: son tantos los ratos que pasa en silencio cuando no tiene alguien que le hable o escuche que, cuando lo encuentra, lo acribilla. 
          Llegamos a Madrid a las 13:30 respetando todas las normas de circulación y muy especialmente las de velocidad, a pesar de la insistencia de Gerardo en que "empujara con el pie". Rápidamente a casa de mi hermanita MariMar, que ya nos tenía preparada la comida porque es un cielito en la tierra, y a las 14:45 a pie hasta la estación de metro más cercana, Colonia Jardín. 
          El cruce de Madrid por las catacumbas del metro fue un verdadero suplicio. Afortunadamente sólo tuvimos que hacer un transbordo desde la línea 10 a la línea 1 pero supuso una caminata de aúpa. Subimos por lo menos 3 pisos, o los bajamos, ya no me acuerdo, el caso es que fue duro, tanto que al día siguiente no podía mover el hombro derecho. ¿Por qué? Porque, cargado con mi mochila en la espalda y la de Gerardo en el pecho, y llevándole a él de la mano, tenía que hacer una fuerza de la leche para mantenerlo a él lo bastante vertical como para ir avanzando sin dar demasiados tumbos y sin irnos los dos de cabeza al suelo. Estuve a punto de llevarme la silla de ruedas pero pensé que no sería necesario, que podríamos movernos con soltura. Craso error. El hombre está cada vez peor y se necesita máxima concentración y una fuerza de mil demonios para no tener un percance. Aún hoy, diez días más tarde, para ir con él a entrenar al gimnasio he tenido que cambiar el brazo de apoyo y llevarlo a él a mi izquierda. A nivel físico mío no es nada que un poco de árnica y algo más de descanso no solucionen en unos cuantos días pero de cara a él es una verdadera putada.
          A las 16:35 el tren se puso en marcha y me preparé para una hora y media de conversación pero, para mi sorpresa, me pidió que le conectara los auriculares a la salida de música, que buscara una cadena con "música de tambores" y que le diera al volumen a tope. Pensé que sería perder el tiempo pero me equivoqué. Se los puso en los oídos y al momento una gigantesca sonrisa se pintó en su cara. 
- ¡¡¡Mira Javier, estoy escuchando música!!!
- ¿Seguro? Pero si estás como una tapia.
- Ya lo sé, pero esto sí que lo oigo. Toma ponte y escucha la música.  
          Así lo hice, aunque todo el vagón estaba ya escuchando lo que salía de aquellos auriculares desde el momento en que le dimos a fondo al volumen. Me los coloqué y, aparte de quedarme sordo, las orejas empezaron a bailarme tanto que parecía el propio Dumbo el día de su primer despegue. Gerardo, una vez más, no estaba escuchando la música, estaba disfrutando con la salvaje vibración que salía de aquellos aparatitos infernales. Nunca pensé que los mini-cutre-auriculares de Renfe pudiesen vibrar de esa forma. Un auténtico descubrimiento para futuros viajes. 
          Al llegar a Córdoba Javier nos estaba esperando en la estación para llevarnos a ACPACYS que era donde íbamos a pasar la noche. Aseo y cambio de ropa y de nuevo al coche aunque esta segunda vez transportaba a un pasajero de excepción. Mientras nosotros nos preparábamos para el teatro Javier había ido a buscar a Antonio al colegio. El re-encuentro de los dos coleguillas fue de verdad muy emocionante. Gerardo le dio mimos y besitos y le preguntó si estaba contento de volver a verle. Antonio no paró de dar grititos de satisfacción y de tratar de cogerle la oreja y la nariz con el consiguiente regocijo de mi copiloto. Una escena preciosa.
          Nos dirigimos al centro de la ciudad y, después de dejar el coche en un parking, caminamos hacia el teatro Góngora. Como de camino nos quedaba la Librería LUQUE, propiedad de la familia de JavierDeCórdoba y lugar de trabajo de nuestro amigo, entramos a visitarla. Una chulada de sitio, tanto que, de no ser por las prisas, me hubiese encantado perderme un rato entre sus estanterías.
          Y, por fin, el re-encuentro con las chicas guapas de Sevilla. Aunque aún faltaban más de 30' para el comienzo del acto había ya un remolino de gente en la puerta del teatro. Los primeros que nos vieron fueron Borja y Juanjo que corrieron hacia nosotros. Sinceros abrazos de esos de oso pero nada que ver con el que recibieron Blanca, Almudena e Irene. Las cubrió de besos y enterró su cabeza en el hombro de las tres geniales, preciosas y súper-simpáticas cineastas al abrazarlas. Después llegaron Alejandro, Adrián y su chica y Lolo. Qué enorme alegría y qué intensa emoción estar de nuevo con todos ellos. Sólo faltaban Juhan y Fran. Juhan estaba apunto de aterrizar procedente de los EEUU y llegaría más tarde. Fran, recién operado de una rodilla, sería el único al que no podríamos saludar. 
          Y llegó la hora. El teatro estaba atestado: la platea llena y el anfiteatro a rebosar. Los componentes de LA MALETA cada uno en su papel, saludando, acompañando a la gente a sus asientos, buscando algo que pudiera faltar, sacando fotos,... No sé cual de ellos estaba más nervioso aunque, si tuviera que elegir sólo a uno, creo me decantaría por Alejandro, impecable con su chaleco y la melena recogida en una coleta. Se apagaron las luces. Irene y Alejandro salieron al escenario y presentaron lo que íbamos a ver a continuación. 
Y.... ¡¡¡ACCIÓN!!!
 ¡Qué decir del documental! Que hay que verlo. Que es una preciosidad. Que tiene unas imágenes, una luz, un sonido, una banda sonora y una historia muy, MUY, MUY lindas. Que está hecho con un gusto, una delicadeza, una profesionalidad, una técnica y un cariño insuperables. Que reímos y sufrimos, más los que no están familiarizados con las dos realidades que allí se muestran, pero que disfrutamos un montón. Que cuando se fundió en negro la última imagen y comenzaron a salir los créditos la gente rompió a aplaudir y no paró de hacerlo ni siquiera cuando se apagó la pantalla y se encendieron las luces. En ese momento se nos acercó Alejandro y nos pidió que nos levantáramos a saludar. Salimos de la fila del patio de butacas y, conforme nos íbamos acercando a la tarima del escenario, los aplausos arreciaron. No sé cuanto tiempo estuvimos allí abrazándonos unos a otros, disfrutando de lo que parecía que había sido el cumplimiento del sueño de nuestros amigos de LA MALETA después de tantos meses y tantas y tantas horas de duro trabajo. La gente comenzó a acercarse. Todos querían saludar a Gerardo y a Antonio y felicitarles por su espíritu, su lucha permanente, sus contagiosas ganas de vivir, su impresionante y emocionante ejemplo, su buen humor,... y nos dieron innumerables veces las gracias a todos por haberles hecho partícipes de lo que acababan de ver. Cuando tuvimos que salir del teatro, porque nos dijeron que tenían que cerrar las puertas, las muestras de cariño continuaron en la calle de forma que tardamos una eternidad en caminar los pocos metros que separaban al Góngora del barecillo en el que algunos relajaban la tensión con "una servesita". Si hubiera que resumir en dos palabras lo que vivimos en aquellas 2 horas no nos quedaría más remedio que recurrir a Jesulín de Ubrique y pagarle derechos de autor por su famoso exabrupto porque aquello fue verdaderamente                                        IN    PRESIONANTE 

Foto de Blanca García de producciones LA MALETA


          Como dije antes, han pasado diez días pero Gerardo sigue emocionado. Revive constantemente en su cabeza todas aquellas sensaciones y eso está bien porque ese es uno de los objetivos de todo lo que hacemos con él, llenar su mente de cosas para recordar, cosas que le llenen los momentos de soledad, oscuridad  y silencio. Ayer me comentó su madre que el otro día le dijo que había sido feliz en Córdoba y que cada poco estalla en carcajadas y al preguntarle responde que se está acordando de lo que pasó allí. Y TODO GRACIAS A USTED, SEÑOR ANTONIO, PADRE DE JAVIER Y ABUELO DE ANTONIO. UN ABRAZO MUY FUERTE DESDE VIGO.

AUTORES Y PROTAGONISTAS REUNIDOS, FELICES DESPUÉS DE LA PROYECCIÓN. FALTAN BLANCA (como siempre detrás de la cámara) Y FRAN (recién operado de la rodilla)
[Foto de Adelaida de la Peña]












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