La foto de salida fue tomada a las 07:04 horas de "la madrugada" italiana. Nos pusimos en pie a las 05:30 y, después de vestirnos y recogerlo todo, desayunamos en el jardín del centro de acogida, debajo del pasillo porticado que une dos de los varios edificios que componen aquel enorme lugar. Durante la noche había estado lloviendo y el aspecto del cielo a aquellas horas no presagiaba nada bueno pero, ya se sabe, si tiene que llover, que la lluvia te coja por el camino, no esperando a ver si se va o no a caer.
La etapa, que en principio parecía cosa de nada por los escasos 53 kilómetros que nos separaban de Génova, bien pronto demostró ser una trampa para incautos. Un continuo sube y baja que nos puso a prueba desde bien temprano. Del nivel del mar al que se encuentra Sestri pasamos enseguida a pelearnos con una cuesta de 3 kilómetros de esas que quitan el hipo. Recién coronada tuvimos que dejarnos caer por una vertiginosa bajada que nos devolvió en un suspiro a orillas del Mediterráneo. Y así una y otra y otra vez. Total, nada menos que 4 horas para "50 kilómetros de mieeeeerrrrrda" (que diría un argentino). Pero eso sí, hemos disfrutado de una vistas maravillosas.
¿A QUE SÍ? NO OS PERDÁIS EL NUBLAO QUE NOS ACOMPAÑABA. MENOS MAL QUE TENÍAMOS EL SOLETE DE LA CÁMARA |
Paramos a tomar el bocata a las dos horas y media de marcha, en uno de los muchos altos que nos estaba tocando subir. Fue en un parquecito en medio de una población de la que no recuerdo el nombre pero sí el frío que hacía. Lo primero que hicimos fue abrigar a Gerardo. Para eso le pedimos a MariMar que nos trajera el maillot blanco del primer Camino, una chaquetilla que abriga muchísimo y a la que le tenemos un cariño muy especial.
...nos temimos lo peor. Llamamos por teléfono a la Madoninna y...bingo, seguía en el comedor, colgada del respaldo de una silla. La monja responsable del restaurante pensó, con bastante buen criterio, que el propietario la vería cuando fuera a desayunar o a comer y decidió dejarla allí. Las opciones eran dos: darla por perdida como daños colaterales o regresar con la furgo a buscarla. No hubo lugar a la discusión. Esa chaqueta era un talismán, un recuerdo muy valioso y una prenda estupenda para pedalear los días de frío así que... mientras los ciclistas reanudábamos la marcha en dirección a Génova, el vehículo de apoyo salió cagando leches de vuelta a Sestri Levante.
Una hora más tarde entrábamos en Génova; aunque eso de entrar en Génova es casi como lo de entrar en la Comunidad Económica Europea en los años en los que entró España: desde que se empezaban los trámites hasta que realmente entrabas pasaban casi dos legislaturas. Bueno, al caso. Estábamos en las primeras calles de Génova, o eso creíamos, cuando el cielo no aguantó más la presión y las nubes empezaron a descargar agua. Tuvimos el tiempo justo, y por qué no decirlo, la fortuna, de encontrar un edificio con un voladizo lo bastante grande para acogernos bajo sus alas. Nos escondimos allí y telefoneamos a MariMar para ver por donde andaba. La idea era que viniera a recoger a Gerardo para que él no se mojara y nosotros enfundarnos los chubasqueros y seguir hasta el punto de encuentro establecido por Vito y su amiga Luisa.
ASÍ FUE COMO EMPEZAMOS PERO AL CABO DE UN RATO YA ESTÁBAMOS SENTADOS EN EL SUELO CON LA ESPALDA APOYADA EN LA PARED DE ESA OFICINA DE CORREOS ITALIANA, MUERTOS DE HAMBRE Y DE SUEÑO. |
¿Por qué degeneramos tanto desde lo que se ve en la imagen hasta lo que he contado? Pues porque Marimar y Alberto tardaron ni más ni menos que una hora y media en llegar. No es que estuvieran muy lejos, no. El problema fue que pillaron un atasco tan bestial en la entrada de Génova por la carretera por la que llegamos nosotros que, tratando de evitarlo, se metieron en una circunvalación que acabó siendo una trampa. Ese tiempo de espera desesperada nos dio para ir a un supermercado a comprar pan de molde y fiambre; preparar una primera tanda de sandwiches; comérnoslos; preparar una segunda tanda y volver a dar cuenta de ellos; echar una cabezadita; echar otra cabezadita; congelarnos... tan así fue la cosa que, cuando aparecieron al rescate, estábamos todos apiñados contra la cristalera y la gente poco más que nos echaba monedas.
Cuando llegaron, subieron a Gerardo en la furgo y nosotros reanudamos la marcha seguidos de cerca por ellos. Por fortuna había dejado de llover y el cruce de Génova, de algo más de media hora, lo hicimos más o menos secos. En la plaza de España, casualidades de la vida, nos encontramos con Luisa. Tras los rápidos saludos nos llevó a casa de su amigo Giorgio. La furgoneta no podía llegar hasta la vivienda, sita en la parte alta de la ciudad, ni tampoco podía quedar aparcada en el lugar hasta el que se podía acceder con ella circulando de modo que tuvimos que organizar un zafarrancho y asignar tareas:
Luisa era un cielo, su amigo Giorgio el cielo de al lado y Patrizia, esposa de Giorgio, otro tanto de lo mismo. Nos abrieron su hogar dando muestras de una locura inaudita. ¿¡¡A quién se le puede ocurrir meter en casa a una panda como la nuestra? 8 completos desconocidos. Sí, 8... porque esa tarde Bárbara le dio a Vito la sorpresa de aparecer en Génova inesperadamente. Nos dejaron el sótano de la casa para Estela, Vero, Vito, Bárbara, MariMar y Alberto y a Gerardo y a mi nos acomodaron en la cocina.
Después de la ducha comimos unos bocatas y, mientras unos descansaban,...
OTROS SE FUERON A DAR UNA VUELTA POR LA CIUDAD... |
...y yo me quedé a aprovechar la conexión WIFI de la casa hasta que me puse al día con las anotaciones de la ruta, guardando fotos y vídeos y respondiendo correos. Mientras yo trabajaba, Gerardo, que se había tumbado a mi lado sobre unas esterillas, me "obsequiaba" con un "delicioso" concierto de ronquidos.
Pero la cosa no quedó sólo en dormida y ducha gratuítas, no. Además, nos montaron una fiesta por todo lo alto a la que se sumaron, además de Luisa, varios amigos de nuestros anfitriones.
COMIMOS, BEBIMOS Y CANTAMOS COMO SI FUÉRAMOS VIEJOS CAMARADAS... Y LA NOCHE NOS SORPRENDIÓ CON "IL FIUME DI SAND CREEK" |
Buena gente.
Muy buena gente.
Y un perfecto y precioso punto final para un día complicado.